Tendemos a enfocarnos excesivamente en actividades placenteras, que en apariencias nos enriquecen, como parte de una búsqueda en mi opinión equívoca, de la felicidad tan ansiada.
Dedicamos tiempo completo a lograr ese ascenso en el trabajo cueste lo que cueste. Nos ganamos enemistades por ello tomando actitudes en ocasiones ingratas, creyendo simplemente que el objetivo final vale la pena, y lava todos los males producidos para lograrlo.
En este sentido, muchas veces nos impulsa la necesidad de ser reconocidos, y no precisamente en el ámbito laboral.
Tomamos a las conquistas sexuales como trofeos de guerra que decoran nuestras vitrinas; vamos buscando el placer intenso que ese encuentro íntimo nos brinda y al terminar, sentimos la necesidad de sostener ese placer momentáneo, sin meditar en el vacío que a posteriori se produce, sin darnos cuenta que, siempre buscamos amor de ida y vuelta.
Disfrutamos excesivamente de hobbies, que nos insume más tiempo que el dedicado a nuestros afectos, como es el caso de los videojuegos, o el tiempo excesivo dedicado a la Internet, sin percatarnos que nuestra necesidad primaria e impulsora de toda búsqueda, es precisamente la de crear sentimientos genuinos.
Estas y tantas otras actividades, nos traen ciertamente cuotas de placer importantes, nos seducen y embriagan perentoriamente llevándonos durante un breve lapso, al mundo imaginario del placer en cualquiera de sus formas, pero al igual que el alcohol o tabaco en exceso, a la larga nos envilece, nos enferma, nos termina abriendo aún más, las verdaderas heridas.
Son estos, como me gusta llamarlos, los “Placeres tóxicos”, actividades, pasatiempos o actitudes que nos descuelgan momentáneamente de nuestra realidad cotidiana; dilatan el verdadero enfrentamiento hacia los desafíos que, potencialmente nos facilitan el encuentro de un equilibrio superador, nos permite evadirnos sin enfrentar nuestras dolencias reales, aquellas que sí necesitan atención urgente para sanarlas como ser: la falta de afecto, de reconocimiento, la superación de una pérdida, etc.
Llegué a la conclusión que los psicofármacos o drogas peligrosas, no son los únicos venenos legales o no, que nos brindan placer momentáneo para ocultar nuestras faltas, ni siquiera son estadísticamente los más populares en el mundo, ni los más letales.
Invertimos como sociedad y de manera correcta, millones de dólares en la lucha contra el narcotráfico, pero por otro lado promocionamos vicios legales, y alentamos al individualismo en exceso y la competencia desleal para el logro de objetivos materiales que, nos vacían de contenidos y nos quitan literalmente nuestras riquezas internas como ser: la solidaridad, el amor por el prójimo, la compasión, la entrega plena.
Siendo conscientes (o sin darnos cuenta de ello), formamos parte de la maquinaria indolente que destruye el tejido social de manera silenciosa, avalado por las masas que seducidas por el éxito rápido al mejor estilo Showmatch, participan inescrupulosamente para pertenecer a este mundo selecto, de valores trastocados.
Las evasiones o actividades, que intentan ocultar nuestras reales necesidades, y que en apariencias son productivas o placenteras, terminan envileciéndonos al punto de enfermarnos emocional, espiritual, y corporalmente en ocasiones, de máxima gravedad.
En este sentido te pregunto e invito a reflexionar: ¿Cuáles son aquellas actividades y actitudes similares a las planteadas que, después de leer este artículo, encuentras en tu persona, y que harás para remediarlas?