Trabajo práctico Nº 4 presentado el día sábado 15 de junio.
Verano Agustina, del Río Elisabet, Lovaisa Nicolás y Escalas Alejandra
Introducción sobre la obra.
El autor:
Cristián Alarcón (La Unión, Chile, 1970), es licenciado en Periodismo y Comunicación Social. Vive en la Argentina desde 1975. Durante unos diez años escribió sobre violencia, conflictos y tensiones de las ciudades en las secciones Sociedad y Cultura del diario Página 12. Luego continuó sus investigaciones y crónicas en las revistas TXT, Gatopardo, Rolling Stone y Soho, y en el diario Crítica de la Argentina. Semanalmente publica una crónica en la revista argentina Debate. Dirigió la revista Anfibia, es coordinador de la Red de Periodistas Judiciales Latinoamericanos, Cosecha Roja, director del posgrado de Periodismo Cultural de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata y profesor en la Universidad Nacional de San Martín, en la Provincia de Buenos Aires, Argentina.
Actualmente, Alarcón es columnista de la agencia de noticias Telam y es un habitual disertante de la Fundación Nuevo Periodismo, fundada y presidida por el escritor colombiano Gabriel García Márquez. Además, dirige la revista digital de crónicas narrativas Anfibia de la Universidad Nacional de San Martín y coordina Cosecha Roja, la Red de Periodismo Policial de América Latina. Es el director del posgrado en Periodismo Cultural de la Universidad Nacional de La Plata.
Aproximación de la obra:
“Se convirtió entre los sobrevivientes de su generación en un particular tipo de santo: lo consideraban tan poderoso como para torcer el destino de las balas y salvar a los pibes chorros de la metralla”
Con su particular estilo de crónica narrativa, Alarcón se destaca por contar como pocos la vida en los barrios marginales del conurbano bonaerense, la exclusión social, la violencia urbana y la mirada estigmatizante que otras clases de la sociedad y la prensa tienen sobre esos sectores que, casi siempre, son invisibilizados. Con la influencia de Rodolfo Walsh y Pedro Lemebel, su obra “Cuando me muera quiero que me toquen cumbia” Cuenta la historia detrás de la muerte de Víctor Manuel Vital, apodado “el Frente”, quien fue acribillado por las balas de un cabo bonaerense con sus escasos 17 años. Con una investigación que incluyó meses de charlas en la villa, en las que Alarcón fue venciendo la desconfianza de quienes habían conocido al “Frente”, el autor logra un relato crudo, en primera persona, sobre ese joven que era recordado como una suerte de Robin Hood, a la que el barrio le festejaba sus “códigos de otros tiempos” y su siempre elogiada actitud de compartir lo robado con su gente, como una tarde en la que desvalijó un camión de La Serenísima y “los pibes comieron yogurt durante varias semanas”.
En cada uno de los capítulos el autor va introduciéndose tanto en la vida del “Frente” como de sus allegados, tocando todos los sucesos y detalles que hicieron que éste se convirtiera en un ídolo. Pero, además, va a ir involucrándose en la villa: con todas sus implicancias, sus problemas, su violencia, sus miserias, formando así historias que dejan de ser ajenas para él.
“Como si él y su poderío místico incluyeran la condena y la salvación, el mito del Frente Vital me abrió la puerta a la obscena comprobación de que su muerte incluye su santificación y al mismo tiempo el final de una época. Esta historia intenta marcar, contar ese final y el comienzo de una era en la que ya no habrá un pibe chorro al que poder acudir cuando se busque protección ante el escarmiento del aparato policial, o de los traidores que asuelan, como el hambre, la vida cotidiana de la villa”.
Por otro lado, destacamos la canción “Mi deseo” que se nombra en el comienzo del libro que le da nombre al libro seleccionado:
“Cuando me muera quiero que me toquen cumbia/ y que no me recen cuando suenen los tambores/ y que no me lloren porque me pongo muy triste/ no quiero coronas ni caritas tristes/ sólo quiero cumbia para divertirme”.
Análisis de la obra
“Pero me vi un día intentando torpemente respetar el ritmo vascular de los chicos ladrones de San Fernando, sentado durante horas en la misma esquina observando cómo jugaban al fútbol y sancionaban a las patadas al mal zaguero central. Me sumergí en otro tipo de lenguaje y de tiempo, en otra manera de sobrevivir y de vivir hasta la propia muerte. Conocí la villa hasta llegar a sufrirla.”
Cristian Alarcón no es un periodista “de escritorio”. No escribe sus crónicas desde una redacción, con entrevistas telefónicas, partes policiales, expedientes judiciales y cables de noticias generados por otros medios. En sus primeros meses en Página 12 comenzó a involucrarse en la problemática de la delincuencia juvenil en los barrios más olvidados del conurbano bonaerense. Al poco tiempo entendió que la policía y los jueces no podían ser su única fuente: necesitaba escuchar las voces de los que los demás medios definían, sin profundizar demasiado en cada caso, como “delincuentes” o “malvivientes”.
Se acercó, de a poco, a las villas. Venciendo miedos y prejuicios propios, desconfianza y prejuicios ajenos, empezó a recorrer los pasillos de un mundo que, hasta ese momento, desconocía por completo. Comprendió que muchos de los pibes que caían en supuestos enfrentamientos habían sido, en realidad, salvajemente acribillados. Supo que ya no podría volver a escribir un artículo sin todas las voces involucradas.
En esa nueva experiencia tropezó con la historia de Víctor Manuel Vital. Lo atrapó de inmediato: la gente de esos barrios empobrecidos y olvidados, estigmatizados y echados a su propia suerte, lo señalaban como un ladrón “con viejos códigos”. El “Frente”, como lo conocían, jamás le robaba a su gente. Más bien lo contrario: cada uno de los botines que conseguía en sus “salidas” eran repartidos entre los suyos. Dinero para ir el sábado a la bailanta, para comprarle ropa o zapatillas al piberío, o yogurt, leche y postrecitos durante varias semanas, luego de su recordado golpe contra un camión de La Serenísima al que desvalijó en pocos minutos.
“…el frente daba lo que tenía con un desapego que aún hoy, tal como lo recuerdan los unos y los otros en la villa, parece haber sido la bondad amor al de un niño prodigio”
En una entrevista que le realizaron al autor para la Revista de Libros de El Mercurio. Domingo 13 de Febrero de 2011, señala lo siguiente:
– En el libro apareces tomando cerveza con algunos entrevistados y con una relación muy cercana con la mamá de “El Frente”. ¿Cómo se consigue eso?
– Al comienzo no tenía una teorización al respecto, fue muy intuitivo, pero con las mujeres sí suelo tener un feeling extraordinario. También creo que la confianza surge cada vez más como el resultado de una operación muy personal e íntima donde prima la transparencia, que es el mejor antídoto contra la paranoia, la desconfianza y la neurosis que nos disputan la vida en este tiempo.
Vital fue acribillado sin contemplación por un cabo de la bonaerense que le descerrajó cinco tiros mientras él estaba arrodillado, pidiendo que no tiren. Intentó cubrirse con las manos, como si eso pudiera detener el fusilamiento al que fue sometido desde apenas un par de metros. Su muerte provocó un caos social en el barrio: su gente se fue acercando al rancho en el que lo habían ultimado, clamando venganza. Sólo la intervención de su madre, que llegó al lugar sin saber lo que había pasado, evitó que el policía que lo asesinó, pese a que estaba desarmado, indefenso, no fuera linchado por quienes lo veneraban.
A partir de allí, Alarcón reconstruyó cada momento de su vida: su infancia, la lucha de su madre por alejarlo de “la mala vida”, su éxito con las mujeres, su liderazgo en el barrio, su visión sobre la policía y los “transas”, sus enfrentamientos con otros sectores de la villa y el trágico día en el que, luego de un asalto frustrado, fue fusilado. Las noches de bailanta, el sacrificio de su madre, la complicidad de quienes lo apoyaban, el odio de quienes no toleraban su “popularidad”, las escenas tras su velorio, forman parte de una obra plagada de testimonios de quienes conocieron su leyenda, pero que además tiene un valor agregado: las entrevistas fueron hechas en los pasillos, los ranchos, las casitas humildes, los kioscos de droga por la que el “Frente” transitó su corta vida, y no desde la comodidad que brinda un escritorio.
Nuevo periodismo
Cristian Alarcón pertenece a lo que algunos autores denominan el “nuevo periodismo”: un momento histórico en el que el periodista asume un mayor protagonismo, estando en el lugar de los hechos, con un profundo trabajo de campo en el que luego se combinarán los elementos del periodismo de investigación con la literatura. Alarcón es uno de los habituales disertantes convocados por la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano que fundó el periodista y escritor colombiano Gabriel García Márquez.
Tal como define Elinor Ochs, las crónicas narrativas de Alarcón se constituyen en un “instrumento cultural por excelencia para la comprensión de conductas inesperadas e inusitadas”. En este sentido, el crudo relato de Alarcón sobre la vida en las villas del conurbano bonaerense es una herramienta fundamental para comprender cuestiones que, para quienes nunca ingresaron a esos olvidados pasillos, son difíciles de entender. Aquí, retomando los conceptos de Ochs, Alarcón “anuda elementos circunstanciales como escenas, agentes, instrumentos, actos, propósitos en un esquema coherente que gira alrededor de un suceso excepcional y perturbador” que, en este caso, es el asesinato de Víctor Manuel Vital.
Para Tomás Eloy Martínez, esta nueva manera de hacer periodismo nace también porque “la gente ya no compra diarios para informarse, sino para entender, para confrontar, para analizar, para revisar el revés y el derecho de la realidad”. Es aquí cuando el aporte de Alarcón es decisivo: se aleja de la historia oficial, del relato policial, según el cual la muerte del “Frente” es sólo la caída de otro menor de un barrio marginal, de otro “delincuente” que murió en un “enfrentamiento” luego de intentar perpetrar un robo.
Citando otra vez a Martínez, Alarcón entiende que “el periodismo no es un circo para exhibirse, ni un tribunal para juzgar, ni una asesoría para gobernantes ineptos o vacilantes, sino un instrumento de información, una herramienta para pensar, para crear, para ayudar al hombre en su eterno combate por una vida más digna y menos injusta”.
En el “nuevo periodismo” el lenguaje es clave, ya que “por el tipo de temas y por la investigación con los actores y testigos se utiliza un lenguaje muy urbano”. Los términos “encañonado”, “colaron rancho”, “metralla”, “transa”, “poxi” y “rophi” aparecen con frecuencia en la obra, ya que forman parte del lenguaje cotidiano del lugar en el que se desarrolla la historia.
Alarcón dejó de lado la pereza de las entrevistas telefónicas, bien lejos del lugar de los hechos, y la salida fácil del parte policial como fuente de información. Lo hizo al entender que el periodista “no es un agente pasivo que observa la realidad y la comunica, no es una mera polea de transmisión entre las fuentes y el lector, sino, ante todo, una voz a través de la cual se puede pensar la realidad, reconocer las emociones y las tensiones secretas de la realidad, entender el porqué y el para qué y el cómo de las cosas con el deslumbramiento de quien las está viendo por primera vez”. Esa decisión del autor de recorrer las calles que había transitado Vital es una de las bases de la investigación: “salir a la calle y estar en el lugar de los hechos para sentir el palpitar de los involucrados”.
Tal como explica Albert Chillón, en esta obra el autor maneja “técnicas documentales propias del periodismo de investigación”, a las que agrega “el ejercicio de la observación característico de la crónica” y una “especie de verdad poética que trasciende las limitaciones inherentes a la simple veracidad documental”. Este último ejemplo está relacionado con la visión heroica, de Robin Hood de estos tiempos, que se hace de el “Frente” Vital.
Alarcón, como recurso, utiliza “múltiples voces que proporcionan un contrapunto”. “Los personajes principales, líderes, aparecen poliédricamente pintados por las voces de diferentes testimonios y, al mismo tiempo, todos juntos, conforman un coro multitudinario y anónimo: son entes sin biografía ni personalidad definidas, simples voces desprovistas de corporeidad”, agrega. “Por encima de todo, se planea la convicción y el propósito de alcanzar un conocimiento verdadero sobre los hechos sucedidos recomponiendo el rompecabezas documental con que cuenta el periodista cuando empieza a escribir”, precisa Chillón.
A través de la obra elegida, se puede observar a un autor que va más allá de la realidad que intenta transmitir, absorbiendo constantemente situaciones que encierran un mundo que si bien es ajeno a él, lo sumerge. Ya que, a medida que corren las páginas, “absorbe lo que ve y lo que lee”, para de esa forma asumir un compromiso tanto con el lector, a través de sus relatos que tienen una cuota de realidad que hasta a veces da escalofríos, como también con los protagonistas del espacio, manteniéndose siempre en una línea de fidelidad con ellos.
“Son los mismos cinco puntos que tienen tatuados en diferentes lugares del cuerpo los amigos de Víctor que fui conociendo a medida que me interné en la villa. Son cinco marcas, casi siempre del tamaño de un lunar, pero organizadas para representar un policía rodeado por cuatro ladrones: uno –el vigilante– en el centro rodeado por los otros equidistantes como ángulos de un cuadrado. Es una especie de promesa personal hecha para conjurar la encerrona de la que ellos mismos fueron víctimas, me explicaron los pibes, aunque suelen ser varias las interpretaciones y no hay antropólogo que haya terminado de rastrear esa práctica tumbera. Ese dibujo asume que el ladrón que lo posee en algún momento fue sitiado por las pistolas de la Bonaerense, y que de allí en más se desafía a vengar su propio destino: el juramento de los cinco puntos tatuados augura que esa trampa será algún día revertida. El dibujo pretende que el destino fatal recaiga en el próximo enfrentamiento sobre el enemigo uniformado acorralado ahora por la fuerza de cuatro vengadores. Por eso para la policía el mismo signo es señal inequívoca de antecedentes y suficiente para que el portador sea un sospechoso, un candidato al calabozo”.
En la entrevista antes señanala al autor, se abre la siguiente gama:
– Si hubieses podido entrevistar a “El Frente”, ¿qué le habrías preguntado?
– De sus amores (ríe). Así como uno tiene que tratar de ser frío para analizar la cuestión de la violencia, tiene que dejarse tocar por el melodrama, y me parece que su vida fue un gran melodrama. Quedé muy intrigado por saber más sobre esa capacidad extraordinaria para hacerse querer y para producir ese coro de mujeres que lo amaban.
“Llamo violencia a una audacia en estado de reposo enamorada de los peligros. Se la distingue en una mirada, en una forma de caminar, en una sonrisa, y es en ustedes en quienes produce oleajes. Los desconcierta. Esta violencia es una calma que los agita.”
Relatos cómo lo hicimos al trabajo …
La elección de la obra que hemos analizado, “Cuando me muera quiero que me toquen cumbia”, de Cristian Alarcón, se debe a la experiencia previa que uno de los integrantes del grupo ha tenido con el autor.
En un principio, nos costaba definir a quién y qué analizaremos, ya que sin darnos cuenta buscábamos autores u obras clásicas con las cuales ya habíamos tenido experiencia como por ejemplo Rodolfo Walsh u Osvaldo Soriano, pero en el momento en el que comentamos este autor y su obra decidimos que queríamos ir por este camino. Buscamos una obra nueva para la mayoría leer.
Rápidamente, nos involucramos en la obra, siendo ésta de aquellas que te atrapan desde la primera letra hasta la última.
Debido a la diaria tormenta de ideas y dudas que teníamos decidimos hacer un grupo en Facebook para poder ir dándole cuerpo a lo que se aproximaría a el análisis posterior de la obra, en el que diariamente aportamos intrigas que teníamos respecto a los personajes o sucesos, ideas, como también material sobre el autor y el libro, entrevistas y todo lo que pueda luego enriquecer el análisis.
A posteriori con la lectura del libro y el material recabado, debido a las distancias espaciales y temporales; nos inclinamos por abrir un documento en google drive. En el mismo podíamos ir volcando las ideas y bocetos del escrito sobre el análisis del libro. Fuimos realizando los aportes individualmente y la revisión final, tuvo lugar la noche previa a la entrega.
Bonus track “Cuando me muera quiero que me toquen cumbia” (y me den pizza)
A continuación dejamos el Prezi que ibamos a utilizar en la exposición: