Roberto Arlt nació en Buenos Aires el 26 de abril de 1900 y murió el el 26 de julio de 1942. Su verdadero nombre fue Roberto Godofredo Cristophersen Arlt. Así, Roberto Arlt se crió en una humilde de inmigrantes. Sus padres fueron Karl Arlt, prusiano de Posen (hoy Poznan, en Polonia), y de Ekatherine Iobstraibitzer, de Trieste y de lengua .
El periodismo fue, para Arlt, el medio principal de subsistencia. En 1916 inició su de periodista, tarea con la que intentaría resolver sus problemas económicos y que le permitió relacionarse con los círculos literarios porteños. En esa fecha dio a conocer su primer cuento, “Jehová” en la Revista Popular.
En este sentido, le siguió un ensayo, “Las ciencias ocultas en la ciudad de Buenos Aires”. Luego colaboró en “Patria”, periódico nacionalista de derechas, pero dos años después pasó a publicaciones de signo opuesto como “Extrema Izquierda” y “Última Hora”. Tras varios intentos logró publicar en la revista “Proa” dos capítulos de su novela “El juguete rabioso” (1926), que llegaría a considerarse un hito en la literatura argentina.
Sus obras literarias son: El diario de un morfinómano (1921), El juguete rabioso (1926), Los siete locos (1929), Los lanzallamas (1931), El Amor brujo (1932), Aguafuertes porteñas (1933), El jorobadito (1933), a Bariloche (1934), Aguafuertes españolas (1936), El criador de gorilas (1941), Nuevas aguafuertes españolas (recopilado en libro en 1960).
Ahora bien, en su columna Aguafuertes porteñas (1933), arrojaba una mirada incisiva sobre la ciudad y sus habitantes, por consiguiente, eran textos llenos de ironía y mordacidad, retratos de tipos y caracteres propios de la sociedad porteña.
Eran la oculta de una Argentina agitada por conflictos ideológicos y de clase, amenazada por una crisis económica inminente, observada por los militares que dominarían la escena política a partir de 1930. La excepcional lucidez de Arlt haría de esta obra, interpretable como la voz de los postergados por el sistema social vigente, el de partida de la novela argentina contemporánea
En este contexto, los años veinte, en cuyos dos últimos años se publicaron las aguafuertes arltianas, están enmarcados por la Revolución Rusa y el final de la Primera Guerra por un lado, y el crac del 29 y el golpe militar en la Argentina, por otro.
Así, el país no vivió directamente los dos primeros hechos, pero sus ecos llegaron con fuerza, de modo que los artísticos y filosóficos convulsionaron el optimismo de la década anterior. Y la crisis del 29 mostró la vulnerabilidad y la superficialidad sobre las cuales se sostenía el frágil equilibrio socio-económico del país, vulnerable a las fluctuaciones económicas del por la fuerte dependencia del capital extranjero y de sus inversiones.
Siguiendo, el cuadro de situación que se configura a fines del 20 presenta, entre otros problemas, la caída vertiginosa de las exportaciones, la baja del precio de los , la evasión de capitales, la depreciación del peso, la desocupación y la disminución de salarios.
También, el golpe del 30 represento el final de la incapacidad de la burguesía de paliar los efectos de la coyuntura. En este contexto de cambio y crisis debe situarse la escritura de Arlt, quien se incorpora al cuerpo de redactores de “El Mundo” antes del primer número, que sale el 28 de mayo de 1928. Allí escribirá diariamente una nota periodística, cuyo espacio comenzará a llamarse, a partir del 5 de agosto de ese año, “Aguafuertes Porteñas”.
La valoración de esas aportaciones se vio afectada durante mucho tiempo por las polémicas que agitaron la vanguardia porteña de los años veinte. Su capítulo más recordado es el de las diferencias reales o aparentes que enfrentaron a los grupos de Florida y Boedo.
Aunque mantuvo relaciones con los escritores adscritos al primero Arlt no dejó de sufrir el desdén de los martinfierristas, representantes de un arte minoritario y europeizado, jóvenes cultos que parecían detentar los derechos a la tradición literaria y a la renovación.
En este contexto, se relaciono también con el otro bando, con quienes desde el barrio popular de Boedo defendían un arte comprometido con los problemas del hombre, preferían el cuento y la novela a la poesía, y veían en la literatura una posibilidad de contribuir a la transformación de la sociedad.
Por otra parte, a partir de la década de 1930 incursionó en el teatro y en la última etapa de su vida sólo escribió en este género. A continuación alguna de sus obras: “Trescientos millones” (1932), a la que siguieron otras siete piezas dramáticas, “Piedra de fuego” (1932), “Saverio el cruel”, “El fabricante de fantasmas” (1936), “ La isla desierta” (1937), “África” (1938), “La fiesta del hierro” (1940) y “El desierto entra a la ciudad” (1941), presentadas casi todas en el Teatro del Pueblo que dirigía L. Barletta.
En este panorama, se lo considera como un precursor del teatro social argentino y de corrientes posteriores. Finalmente, Sólo “El fabricante de fantasmas” se estrenó en el circuito comercial, con un gran fracaso. Tras su muerte en 1942, “Trescientos millones”, “Saverio el cruel” y “La isla desierta” han sido las obras más representadas.
Resumen DE La Obra
Siguiendo a Retamoso la obra “consistía en un registro descarnado e irónico de una serie de tópicos, personajes, situaciones e historias que dibujan una suerte de friso donde pueden reconocerse múltiples aspectos de la cultura urbana de la época”.
Es decir, en el universo narrativo de Roberto Arlt, Buenos Aires aloja un conjunto de experiencias motivadas en las improntas urbanas que brotan en las calles y en el interior del hombre. Cada una de estas experiencias alimenta su trabajo literario en las “Aguafuertes Porteñas” y perfilan la visión con la cual construye los escenarios de esa superficie.
En este sentido, evocar cada una de esas sensaciones despierta un interés que va más allá de la mera contemplación, pues rompe con el simple hecho de observar para detenerse a indagar sobre lo que esconden las huellas urbanas.
Análisis
En primera instancia, como punto de partida del análisis es posible circunscribir a las Aguafuertes dentro del “Nuevo periodismo”. En este sentido, considerando la hibridez entre periodismo y literatura que definen dicha categoría, Roberto Retamoso en su estudio de la obra lo explicita:
“Esa tematización del discurso periodístico por parte del discurso narrativo es una manifestación ejemplar de los modos en que ambos se vinculan en el imaginario de Arlt: la relación que se establece entre ellos, lejos de mostrarse como una correspondencia unitaria, siempre se presenta problemáticamente; antes y más que una diferencia de contenidos o de referentes discursivos, las tensiones entre periodismo y literatura en
Arlt se presentan como una relación entre dos series de convenciones genéricas específicas que nunca cesan de infiltrarse mutuamente.”
En cuanto a las particularidades del género, es notoria la presencia del periodista en el lugar de los hechos lo cual intensifica su protagonismo. “La confirmación de que todo cuanto hemos visto sucedió realmente, y sucedió con un lujo de detalles que nuestros sentidos fueron incapaces de abarcar”; sostiene Tomás Eloy Martínez al describir las historias contadas por el periodismo, perspectiva en la cual las aguafuertes quedan enmarcadas.
Asumiendo el “rol de testigo ocular”, Roberto Arlt intenta asignar ciertos rasgos de objetividad, propios del relato periodístico; tal como puede observarse en los siguientes ejemplos extraídos de la obra:
“He sido testigo de una escena que me parece digna de relatarse” en “Padres Negreros”.
“Son las tres de la madrugada. Son las cuatro. Un círculo de cabezas… un narrador” en “Conversaciones de ladrones”.
“A pesar de estar transitoriamente tuerto (no sé si me dejarán definitivamente, mis tres amigos, los oftalmólogos), con el único ojo en disponibilidad ando por la calle viendo todo lo que me importa, y lo que no me importa también.”
“Pues bien; hoy a las doce y media he sido testigo de este insignificantísimo hecho, que revela todo un mundo” en “El tímido llamado”.
“Y si es observador y se detiene en la esquina podrá apreciar este conmovedor espectáculo” en “La tragedia del hombre que busca empleo”.
“Yo, cronista meditabundo y aburrido, dedicaré todas mis energías a hacer el elogio del “fiacún”, a establecer el origen de la “fiaca”, y a dejar determinados de modo matemático y preciso los alcances del término” en “El origen de algunas palabras de nuestro léxico popular”.
“Y hago esta brusca proposición porque he observado que en los barrios de nuestra ciudad” en “¿No se lo decía yo?”.
“Conversando hoy con un desconocido, en un ómnibus –señor que resultó ser relojero, relojero auténtico, y no ladrón de relojes – me decía este señor” en “El relojero”.
En busca de esa verosimilitud, Arlt desarrolla estructuras enunciativas en las que deja en claro que es “el Yo, Arlt”, el testigo privilegiado, que no solo narra sino que también ve. Ahora bien, ese mecanismo lo ejecuta a través del uso de la primera persona, lo cual a diferencia de las crónicas tradicionales, le asigna al texto alto grado de subjetividad por la visión personal y percepciones del autor explícitamente manifestadas.
En este contexto, Retamoso dice: “A diferencia de los textos habitualmente considerados periodísticos, las aguafuertes de Roberto Arlt comportan un alto grado de subjetividad, que se sostiene en la ecuación en la que por lo general se revela, por el uso de la primera persona acompañada de un nombre propio. La forma de esa ecuación – Yo, Roberto Arlt – sostiene y atraviesa sus crónicas, y por ello las aguafuertes pueden leerse también como las formas virtuales de un registro autobiográfico. Ellas narran el desplazamiento incesante de ese sujeto por el espacio y el tiempo, según un movimiento que ensancha permanentemente el arco de su mirada, y por eso dan cuenta tanto del devenir del mundo que se observa como del devenir de ese sujeto en el mundo observado.”
Por consiguiente, es posible determinar que Arlt es a un tiempo autor y narrador, y dicho desdoblamiento es uno de los elementos que sitúan su escritura en el impreciso límite entre literatura y periodismo. En “Yo no tengo la culpa”, aparecen frases significativas como: “Mas en la imposibilidad de aclarar estos misterios, he acabado por resignarme y aceptar que yo soy Arlt, de aquí hasta que me muera; cosa desagradable, pero irremediable”; donde el modo íntimo y personal en que el autor se involucra en el texto exhiben la subjetividad del relato.
Por otra parte, la dimensión estética trasciende en las aguafuertes determinando otro distintivo de los “textos facticios”, donde “el lenguaje se trabaja en profundidad”, tal como lo expresa Albert Chillón y como puede apreciarse en la obra de Arlt:
“La ventana triste de las tres de la madrugada, es la ventana del pobre, la ventana de esos conventillos de tres pisos, y que, de pronto, al iluminarse bruscamente, lanza su resplandor en la noche como un quejido de angustia, un llamado de socorro” en “Ventanas iluminadas”.
“Diálogo fiacoso, con las jetas arrugadas, la nariz como oliéndo la proximidad de la fiera: trabajo; los ojos retobados bajo los párpados en la distancia de los árboles verdes que decoran la callejuela del barrio sábalo” en “La vida contemplativa”.
“Es día en que prosperan las reyertas conyugales y en el cual las borracheras son más lúgubres que un “de profundis” en el crepúsculo de un día nublado. Un silencio de tumba pesa sobre la ciudad” en “La tristeza del sábado ingles”.
En este sentido, Retamoso determina: “Pero los textos periodísticos de Roberto Arlt han desafiado y desafían este tipo de distinciones, ya que por su peculiar lenguaje, por sus formas descriptivas y narrativas, por su vasta temática o por sus recursos y dispositivos retóricos, nunca dejan de evocar la presencia de los discursos literarios en su propio seno.” Así mismo, las descripciones aparecen como una constante significativa del registro literario.
“Son los esgunfiados. La fiaca les ha roído el tuétano. Tan aburridos están, que para hablar, se toman vacaciones de minutos y licencias de cuarto de hora. Son los esgunfiados. Los que no hacen ni bien ni mal. Los que no roban ni estafan. Los que no juegan ni apuestan. Los que no pasean ni se divierten”, en “La vida contemplativa”.
“En el respiro de las fatigas, soportadas durante el día, es la trampa donde muchos quieren caer; silla engrupidora, atrapadora, sirena de nuestros barrios.”
“Encanto mafioso, dulzura mistonga, ilusión baratieri, ¡qué sé yo qué tienen todos estos barrios!; estos barrios porteños, largos, todos cortados con la misma tijera, todos semejantes con sus casitas atorrantas, sus jardines con la palmera al centro y unos yuyos semiflorecidos que aroman como si la noche reventara por ellos el apasionamiento que encierran las almas de la ciudad; almas que sólo saben el ritmo del tango y del “te quiero”. Fulería poética, eso y algo más” en “Silla en la vereda”.
“Ventana iluminada de las tres de la madrugada. Si se pudiera escribir todo lo que se oculta tras de tus vidrios biselados o rotos, se escribiría el más angustioso poema que conoce la humanidad. Inventores, rateros, poetas, jugadores, moribundos, triunfadores que no pueden dormir de alegría. Cada ventana iluminada en la noche crecida, es una historia que aún no se ha escrito” en “Ventanas iluminadas”.
Estos retratos de los sucesos atravesados por la belleza formal de la prosa del autor encuentran su complemento en la implementación de diálogos cargados de realismo, que en muchos casos renuevan el tradicionalismo en las entrevistas y el reportaje. “Días pasados, tabique por medio, en un lechería con pretensiones de “reservado para familias”, escuché un diálogo que se me quedó pegado en el oído, por lo pelafustanesco que resultaba. Indudablemente, el individuo era un divertido, porque las cosas que decía movían a risa. He aquí lo que más o menos retuve:..”
Así comienza Arlt “Diálogo de lechería”, donde reconstruye con gran autenticidad una conversación y lo anticipa de modo literal en el título de la misma.
No es esta la única ocasión observable del uso. En “El que siempre de la razón”, “La señora del médico” y en varias aguafuertes, recurre a diálogos, determinando el contenido de algunas, o, su presencia en pasajes o fragmentos, en otras.
Otra característica del género que predomina en la obra es la presencia del lenguaje urbano, al que Retamoso destaca: “Como se ha señalado, las aguafuertes suponen, en primer instancia, un intento de representación del mundo urbano tal y como Arlt estima que dicho mundo se manifiesta en la ciudad de Buenos Aires”.
Las aguafuertes “porteñas”, desde su nombramiento refieren a la ciudad de Buenos Aires, esbozada en un lenguaje particular que la representa. Las calles, los barrios y sitios de Buenos Aires, así como los lugares que en el sentido popular tienen origen en lo urbano; son referencias que toman un lugar importante en el lenguaje que Arlt realiza sus descripciones:
“Yo no sé qué tienen estos barrios porteños tan tristes en el día bajo el sol, y tan lindos cuando la luna los recorre oblicuamente”
“Silla cordial de la puerta de calle, de la vereda; silla de amistad, silla donde se consolida un prestigio de urbanidad ciudadana” en “Silla en la vereda”.
“Los extraordinarios encuentros de la calle. Las cosas que se ven. Las palabras que se escuchan. Las tragedias que se llegan a conocer. Y de pronto, la calle, la calle lisa y que parecía destinada a ser una arteria de tráfico con veredas para los hombres y calzada para las bestias y los carros, se convierte en un escaparate, mejor dicho, en un escenario grotesco” en “El placer de vagabundear”.
“Los hombres del umbral, los que no quieren saber ni medio con el trabajo, aquellos que son cesantes profesionales” en “El hombre del apuro”.
En este panorama, Retamoso también se encarga de ejemplificarlo: “Por ello, las primeras crónicas que escribe emanan de un itinerario, un nervioso paseo por los lugares más significativos de la ciudad: el espacio limítrofe de Flores, donde el pasado se pierde irremisiblemente; el ámbito del Parque Rivadavia…”
Así mismo, resulta significativo como dicha urbanidad que presentan los enunciados aparece vinculada a referencias a la sociedad o fenómenos sociales, tales como en “Silla en la vereda: “Bajo un techo de estrellas, diez de la noche, la silla del barrio porteño afirma una modalidad ciudadana”; o en “Candidatos a millonarios”: “Es de lo más curioso esta sugestión colectiva. Durante todo el año se juega a la lotería, pero nadie se preocupa”.
Esta contextualización espacial que realiza el autor constituye literalmente el lugar donde ubica a los personajes “Esos lugares, por otra parte, están lógicamente poblados, y en consecuencia las aguafuertes, que no lo ignoran, llevan a cabo un registro o más bien un retrato de los tipos característicos, idiosincrásicos, que los habitan.”; explica Retamoso, quien alude, además, a :”lo que podría definirse como costumbres y actitudes culturalmente significativas” las cuales son incluidas por Arlt en dicho ámbito. “Son instrumentos culturales por excelencia para la comprensión de conductas inesperadas e inusitadas”, dice Elinor Ochs, caracterizando a la estructura textual del “Periodismo de No Ficción”, campo donde la obra queda inserta.
La construcción de los personajes es producto de lo que Arlt recoge de la calle y de la cotidianeidad, que posteriormente moldea en el relato, factor al que Chillón remite en la concepción de los textos facticios: “Se somete la materia prima documental a un tratamiento que se podría definir como fabulador. Se eliminan los contornos precisos de hechos y situaciones auténticas para conferirles una suerte de condición legendaria que los extirpa en parte del discurso histórico y los traslada a una especie de mundo mítico, casi utópico y ucrónico”. Esta concepción presente en la narrativa arltiana, cobra sentido, además, en la definición “ficciones verdaderas” a la que alude Martínez: “Si bien toda ficción es una reelaboración de algo real, en el caso de las ficciones verdaderas el gesto de apropiación de la realidad es más evidente y su interdependencia con el imaginario de la comunidad dentro de la cual el texto se produce y con el momento en el cual se produce es, también, mucho más clara”.
Arlt pone en evidencia hábitos actitudinales y culturales, no solo en la ubicación situacional de los personajes y las acciones de los mismos, sino también, a través de su psicología. “Esos tipos son, más que personajes en el sentido literario del término – esto es, individuos singulares dotados de una psicología y una “interioridad” subjetiva que los distingue en la medida en que les confiere una identidad personal – especies de íconos, o auténticos diagramas de tipos sociales a los que reconocemos por sus atributos genéricos: el solterón, el tenorio, el enamorado, el mirón, el que se tira a muerto, el que da siempre la razón, el hombre corcho. Por tal razón, siempre se presentan como casos, esto es, como manifestaciones singulares, puntuales, de aquello que podría considerarse como su ser genérico, lo cual en ocasiones procede de generalizaciones tan imaginarias como arbitrarias, a la manera de inferencias humorísticas producidas a partir de observaciones particulares”.
Antes bien, este análisis de Retamoso, es análogo a los postulados de Ochs respecto a la narrativa del Nuevo Periodismo, donde reivindica los modos de conducta que deben explicitarse: las circunstancias situacionales y acciones de los protagonistas, por un lado, y sus estados mentales, por otro. Algunos ejemplos:
“El hombre corcho, el hombre que nunca se hunde, sean cuales sean los acontecimientos turbios en que está mezclado, es el tipo más interesante de la fauna de los pilletes” en “El hombre corcho”.
“Tengo un amigo, Silvio Spaventa, que, sin grupo, es un caso digno de observación frenopática” en “Laburo nocturno”.
“Casi todos los relojeros son pálidos, lentos en modales, silenciosos. Las estadísticas policiales no dan nunca un relojero criminal. Me he fijado detenidamente en este fenómeno” en “El relojero”.
“El hombre que “necesita un millón de pesos para mañana a la mañana sin falta”, es un fantasma de carne y hueso que pulula en rededor de los Tribunales” en “El hombre del apuro”.
“No sé por qué tengo la impresión de que el latero es un tipo medio zonzo; un zonzo que “hace vapor”, en “Psicología simple del latero”.
“Personas que me conocen poco dicen que soy un cínico; en verdad, soy un hombre tímido y tranquilo, que en vez de atenerse a las apariencias busca la verdad, porque la verdad puede ser la única guía del vivir honrado” en “Soliloquio del solterón”.
“Flacas, angustiosas, sufridas” en “La muchacha del atado”
“Esta efigie de hombre me produce una sensación de monstruo gelatinoso, enorme, con más profundidades que el mismo mar.No por lo que dice, sino por lo que oculta” en “El que siempre da la razón”.
Personas comunes que viven en la ciudad, individuos de los cuales se puede encontrar innumerables ejemplares, son los protagonistas. Se trata de figuras que no tienen nombre y apellido; y que consecuentemente los lectores pueden encontrar identificaciones en ellas. “Los seres que las crónicas retratan devuelven, como en espejo, infinidad de rasgos y caracteres en los que, seguramente, debían reconocerse sus consecuentes lectores”; especifica Retamoso acerca de un aspecto planteado por Martínez respecto al género: “Lo que buscan las narraciones a las que estoy aludiendo es que el lector identifique los destinos ajenos con su propio destino”.
En este sentido, la inclusión de la audiencia en el relato es otra cuestión destacada en las aguafuertes, donde la escritura aparece como “un pacto con el lector”, considerado por Martínez como una condición indispensable en las ficciones verdaderas. “Cuando un autor comienza a recibir cartas, no encuentra diferencia entre una y otra. Todas son cartas. Luego, cuando se acostumbra, esta correspondencia va adquiriendo una faz completamente personal. El autor pierde su vanidad, y en cada carta encuentra un tipo interesante de hombre, de mujer, de alma…”. Así, comienza el autor “Sobre la simpatía humana”, episodio que dedica exclusivamente a los lectores y a las cartas que recibe de ellos. Lo hace asimismo en varios fragmentos de otras aguafuertes, donde sus destinatarios de diversas formas toman relevancia y constituyen una nueva crónica, una nueva representación. Un ejemplo de ello es el dialogo que presenta “La señora del médico”: “Desconocido. –Señor Arlt, perdone que lo moleste. Entre romperle la cabeza de un palo a mi mujer o contarle lo que me pasa, he optado por esto último… Deseo que le haga una nota a mi mujer…”
Retamoso se encarga de examinarlo: “Esa modalidad de la escritura periodística de Arlt, por otra parte, siempre parece descansar sobre una supuesta anuencia o complicidad espontánea del público lector. Esa actitud, lejos de reducirse al plano de los implícitos de cada texto, en varios casos se manifiesta explícitamente como el contenido o la materia de las aguafuertes.”
Por otra parte, Arlt pone en evidencia explícitamente la construcción que realiza: “Entendámonos. Se regocija ante la diversidad de tipos humanos. Sobre cada uno se puede construir un mundo”, expresa en “El placer de vagabundear”. Estas historias, mundos o crónicas no solo son unidades temáticas individuales sino que se corresponden en una coherencia establecida en una trama común, las cuales encuentran su unidad, según Retamoso, en “La mirada del cronista”.
Dicho aspecto de conectividad del relato presente en las aguafuertes son variables del nuevo periodismo, distinguidas por Ochs y Chillón. El primero conceptualiza: “Es una teoría de sucesos en el sentido en que suministra una explicación de hechos desde un punto de vista particular”, y en el mismo sentido Chillón afirma: “Para cohesionar los múltiples testimonios se hace esporádicas intervenciones con las que se indican los cambios de tiempo y espacio, se proporciona al lector informaciones de contexto, se atan los cabos sueltos del relato o bien se introducen consideraciones y comentarios autorales.”
“El objetivo que organiza la construcción misma”, o bien “las selecciones más que reflejos de la realidad”, planteados por Ochs como principios del género, son claramente visibles en la obra arltiana:
“Hoy, los relojeros medran en esta ciudad a costa de duras penas. Salvo los aristócratas de la relojería, el resto se ve relegado a innobles cuchitriles donde tienen que lidiar con relojes baratos y de “serie”, llenos de defectos, y que requieren un trabajo espantoso para evitar que den las doce antes de hora”, en “El relojero”.
“No, sin vuelta de hoja; no hay día más triste que el sábado inglés ni que el empleado que en un sábado de éstos está buscando aún, a las doce de la noche, en una empresa que tiene siete millones de capital, ¡un error de dos centavos en el balance de fin de mes!” en “La tristeza del sábado ingles”.
Los ejemplos expuestos denotan el posicionamiento del autor y sus procesos de valoración impuestos a través de la crítica, donde se observa el compromiso asumido por el autor en su identificación con el grupo de Boedo, reafirmando la contribución a transformar la sociedad a través de la literatura: “La nota vira hacia una especie de “crítica social” a los hábitos y valores de la pequeña burguesía porteña de la época, según un procedimiento que consiste en interpretar lo que se mira. Porque las aguafuertes, en una recurrencia tan persistente como previsible en su escritura, consisten precisamente en eso: un proceso de evaluación constante de todo aquello que se muestra como el espectáculo del mundo”, describe Retamoso al remitirse a la influencia ineludible de la realidad en la que vive Arlt en sus escritos y su consecuente desafío de tomar postura y representarla, lo cual esboza otra variable de las Ficciones verdaderas definida por Martínez: “Si las ficciones verdaderas reflejan una conciencia plena de la época de producción es porque su origen deriva de hechos que definen esa época. Un determinado episodio de la realidad suscita en el narrador un inmediato interés, acaso no por el episodio en sí mismo, sino por toda la red de significaciones que desata”.
El uso del lunfardo en las aguafuertes busca establecer la crítica a través del lenguaje. Retamoso profundiza esta cuestión: “La escritura de las aguafuertes supone una posición enunciativa que se configura a partir del propósito de asumir un auténtico decir popular, reivindicado frente a las concepciones cerradas y retrógadas del poder político y cultural. Desde ese punto de vista, Arlt se revela como un observador atento no sólo de la realidad que observa sino también del lenguaje, de las formas y usos lingüísticos concretos propios de los sectores mayoritarios de la sociedad. Por ello, justamente, se define como alguien que practica una filología lunfarda, según una figura que vincula, de un modo tan provocativo como escandaloso, el ámbito de una disciplina prestigiosa y académica con un objeto socialmente degradado e inadmisible para ese campo del saber”.
El siguiente fragmento de “El idioma de los argentinos” reproduce dicha reflexión, donde Arlt cuestiona a un exponente de la cultura académica: “No me haga reír, ¿quiere? Esos valores, a los que usted se refiere; insisto: no los lee ni la familia. Son señores de cuello palomita, voz gruesa, que esgrimen la gramática como un bastón, y su erudición como un escudo contra las bellezas que adornan la tierra. Señores que escriben libros de texto, que los alumnos se apresuran a olvidar en cuanto dejaron las aulas, en las que se les obliga a exprimirse los sesos estudiando la diferencia que hay entre un tiempo perfecto y otro pluscuamperfecto. Estos caballeros forman una colección pavorosa de “engrupidos” –¿me permite la palabreja?– que cuando se dejan retratar, para aparecer en un diario, tienen el buen cuidado de colocarse al lado de una pila de libros, para que se compruebe de visu que los libros que escribieron suman una altura mayor de la que miden sus cuerpos.”
Así mismo, el lunfardo es otro mecanismo para acercarse al lector y establecer un “diálogo de iguales”, anteriormente mencionado en el concepto de pacto en las ficciones verdaderas al que apuntaba Martínez y que puede ejemplificarse en distintas frases:
“Y lo probaré amplia y rotundamente, de tal modo que no quedará duda alguna respecto a mis profundos conocimientos de filología lunfarda” en “El origen de algunas palabras de nuestro léxico popular”.
“Usted, como yo, debe haber visto en el arrabal estas mocosas que cargan un pebetito en el brazo y que se pasean por la vereda rabiando contra el mocoso, y vigiladas por la madre que salpicaba agua en la batea” en “El hombre de apuro”.
“Luego se sienta en el umbral de la puerta de calle y le mira las gambas a las pebetas que pasan” en “La muchacha del atado”.
En síntesis y para concluir, a partir de los factores descriptos, las “aguafuertes porteñas” de Arlt pueden considerarse como “ficción verdadera”, “texto facticio” o “narrativa del nuevo periodismo”, de acuerdo a las perspectivas de Martínez, Chillón y Ochs, respectivamente, donde la intersección del periodismo y la literatura encuentran una renovación de las modalidades discursivas tradicionales.
Acerca DE Las Aguafuertes Españolas
Las “Aguafuertes españolas” relatan las impresiones recogidas por el autor en el recorrido por el sur de España donde se destacan las siguientes características, las cuales Retamoso se encarga de analizar:
- Visión objetiva por intuitiva y extranjera. Presencia del “Yo”.
- Descripciones continuas con minuciosidad de detalles de los diversos paisajes, sitios, lugares, personas, diálogos. “En primer término, la arquitectura tradicional de sus antiquísimas ciudades, los monumentos y construcciones religiosas que abundan en su territorio, pero también sus habitantes, de los que una vez más, y de modo invariante, registrará sus manifestaciones y sus tipos populares.”
- Lenguaje urbano. Costumbrismo. Cotidianeidad.
- Subjetividad-opinión frente a la realidad que observa: problema de desocupación laboral que azota a la región, pobreza, la figura del hombre esclavizado, el papel de la mujer en la sociedad, la explotación infantil; caracterizando en profundidad la España de anteguerra. “Esa atracción, por otra parte, nunca será ingenua: el enfrentamiento con el mundo europeo parece potenciar la conciencia perceptiva y cognitiva en Arlt. De ese modo, en una nota titulada “Llegada a Cádiz” critica la visión distorsionada, mediada, que de España ofrecen la música, la fotografía o la literatura, para reivindicar la percepción directa, si se quiere empírica, que le permite acceder a lo que está más allá de las imágenes costumbristas y convencionales: las calles, las multitudes, la realidad misma de la España popular.”
- Influencia del contexto y de su posicionamiento en el relato. “Representan asimismo la presencia de una escritura foránea en el seno mismo de la geografía y la cultura europeas, para intentar trazar, desde su propio territorio, las representaciones textuales con que la literatura argentina nunca deja de des-cubrir al universo europeo”.
Estos rasgos expuestos en dichas crónicas de viaje presentan similitudes con las aguafuertes porteñas, donde nuevamente el non-fiction direcciona la narrativa.